lunes, 11 de enero de 2016

EL ALA QUEBRADA

Una fantasía ha cruzado siempre mi mente. Me sentía volar como un pájaro, con el viento empujando mis alas abiertas hacia arriba, sosteniéndome mientras planeo alto, muy alto.
Desde arriba lo veo todo, pequeño, muy pequeño. Allá donde veía montes inmensos, ahora veo diminutas elevaciones multicolor, responsabilidad de la arboleda que las adorna y de los cultivos que las enriquecen.
Miro más allá y está el mar. Se extiende hasta donde mis ojos no son capaces de ver.
Vuelvo la cabeza a un lado y allí está. No puede volar porque tiene un ala quebrada. Pero lo intenta. Sé que, porque lo intenta, lo conseguirá. No me permito sucumbir a la tentación de ayudarle. Sé que debe emprender el vuelo, su vuelo, no el mío. Le observo y le animo.
Me mira con sus vivos ojos. No sabe qué pasa, por qué no puede volar. Lanza una mirada de súplica. Sé que no puedo acudir. Lame sus heridas, fruto de batallas perdidas y comienza a renacer.
Sueño con que un día alzará el vuelo y planeará a mi lado.
Mientras tanto, veo el horizonte y vuelo hacia él. Confío en él. Seguro me alcanzará.

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